Desde el Madrid hicimos un viaje a Valencia y las islas
Baleares, con una parada inicial en Cuenca. Esta fue la única ciudad que
conocimos de Castilla – La Mancha.
Llegamos en tren por la noche y nos hospedamos en un hotel
en la parte moderna de la ciudad, por lo que al principio no vimos claramente cuán
especial era. Al día siguiente salimos
temprano a conocerla y recorrerla. La primera visión es impresionante: una
ciudad literalmente colgada de un cañón entre los ríos Huécar y Júcar. Es hermosa;
un paisaje que mezcla la roca de las montañas y el verde de los cultivos, con
los edificios medievales levantados en lo más alto para protección y posición
estratégica para divisar al enemigo. Por algo Cuenca fue declarada “Ciudad
Paisaje” por la Unesco.
La ciudad fue una fortaleza árabe de la que no queda casi
ninguna huella “Qúnca”. Luego fue conquistada
por el rey de Castilla Alfonso VIII en el siglo XI.
Para poder entrar a la ciudad vieja se debe cruzar un puente
sobre el cañón que es una estructura metálica del siglo XIX apoyada en los
restos del puente de piedra medieval que se calló porque nunca lo pudieron
terminar por falta de recursos. Desde el puente se pueden ver las famosas “casas
colgantes” que en realidad son reconstrucciones del siglo XX pero de todas
formas se ven bien con su entorno.Lo mejor en Cuenca es hacer una visita guiada por la ciudad porque se descubre mucho más que sólo recorriéndola. Se recorre toda la ciudad vieja mientras se cuentas datos históricos muy interesantes, además se puede ver la vista que tienen algunos rincones que es maravillosa. Ya si se quiere entrar a las iglesias y museos es aparte. Nosotros vimos rápidamente la catedral, donde la Torre del Giraldillo se derrumbó en 1902 por exceso de peso.
Luego de la parada en esta bella ciudad que nos sorprendió, seguimos con nuestro viaje rumbo al Mediterráneo, nuevamente.
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