Nuestro primer viaje luego de aterrizar en Madrid fue una gira por Castilla y León, comunidad autónoma del centro norte de España. Empezamos visitando un lugar espectacular muy cerca a Madrid: el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Tomamos el tren en la estación de Atocha, un viaje tranquilo que dura aproximadamente 45 minutos. Cuando llegamos a la estación decidimos caminar hasta el monasterio y lo hicimos por el paseo del Álamo, una subida fuerte pero muy bonita porque es a lo largo de los jardines que rodean la Casita del Príncipe, que también hace parte del complejo.
Llegamos finalmente al monasterio. Se levanta majestuoso y sobrio. Fue impactante verlo por primera vez: es enorme mas no pretencioso. Se puede ver inmediatamente la importancia histórica del edificio que se tiene en frente y empiezamos a imaginar todas las épocas y personajes que lo vivieron y recorrieron. En este edificio sentimos por primera vez algo que empezaría a ser muy común en nuestro recorrido por España: encontrarse con edificios tan imponentes y cargados de historia, que están tan lejos de nuestro país y podrían ser muy ajenos pero a la vez tienen tanta relación con nuestro pasado, que todo empieza a ser muy claro (vale la pena hacer el tour guiado del que desafortunadamente no tenemos fotos).
En el monasterio se encuentra el mausoleo Real, donde descansan los restos de casi todos los reyes de España. Una de las curiosidades es "el pudridero", lugar donde se dejan los restos de los reyes por un periodo de 25 a 30 años y al cual solo tienen acceso los frailes Agustinos encargados.
El pueblo se construyó alrededor del monasterio y por ordenes del Rey Felipe II en el siglo XVI. También se construyó una residencia de recreo para el Rey y todas sus cortes se organizaron alrededor complementando el complejo. Es un lugar muy agradable de visitar situado en lo alto de una montaña con vistas muy bonitas del paisaje. También vale la pena recorrer los jardines que rodean el monasterio o Jardines de los Frailes con su diseño afrancesado que como todo el conjunto también son apoteósicos.
Recomendamos pasar la noche en el pueblo para vivirlo un poco. Nosotros estuvimos un fin de semana y fue muy animado, las plazas están llenas de gente y restaurantes con terrazas donde se puede comer muy rico.
Es un lugar muy agradable y tranquilo donde van familias a pasar el fin de semana; nosotros tuvimos la mala suerte de no poder entrar a un concierto en la basílica por exceso de demanda de boletas (hicimos una fila de dos horas y nos quedamos por fuera) pero seguro era una excelente opción para terminar el día.
Tomamos el tren en la estación de Atocha, un viaje tranquilo que dura aproximadamente 45 minutos. Cuando llegamos a la estación decidimos caminar hasta el monasterio y lo hicimos por el paseo del Álamo, una subida fuerte pero muy bonita porque es a lo largo de los jardines que rodean la Casita del Príncipe, que también hace parte del complejo.
Llegamos finalmente al monasterio. Se levanta majestuoso y sobrio. Fue impactante verlo por primera vez: es enorme mas no pretencioso. Se puede ver inmediatamente la importancia histórica del edificio que se tiene en frente y empiezamos a imaginar todas las épocas y personajes que lo vivieron y recorrieron. En este edificio sentimos por primera vez algo que empezaría a ser muy común en nuestro recorrido por España: encontrarse con edificios tan imponentes y cargados de historia, que están tan lejos de nuestro país y podrían ser muy ajenos pero a la vez tienen tanta relación con nuestro pasado, que todo empieza a ser muy claro (vale la pena hacer el tour guiado del que desafortunadamente no tenemos fotos).
En el monasterio se encuentra el mausoleo Real, donde descansan los restos de casi todos los reyes de España. Una de las curiosidades es "el pudridero", lugar donde se dejan los restos de los reyes por un periodo de 25 a 30 años y al cual solo tienen acceso los frailes Agustinos encargados.
El pueblo se construyó alrededor del monasterio y por ordenes del Rey Felipe II en el siglo XVI. También se construyó una residencia de recreo para el Rey y todas sus cortes se organizaron alrededor complementando el complejo. Es un lugar muy agradable de visitar situado en lo alto de una montaña con vistas muy bonitas del paisaje. También vale la pena recorrer los jardines que rodean el monasterio o Jardines de los Frailes con su diseño afrancesado que como todo el conjunto también son apoteósicos.
Recomendamos pasar la noche en el pueblo para vivirlo un poco. Nosotros estuvimos un fin de semana y fue muy animado, las plazas están llenas de gente y restaurantes con terrazas donde se puede comer muy rico.
Es un lugar muy agradable y tranquilo donde van familias a pasar el fin de semana; nosotros tuvimos la mala suerte de no poder entrar a un concierto en la basílica por exceso de demanda de boletas (hicimos una fila de dos horas y nos quedamos por fuera) pero seguro era una excelente opción para terminar el día.
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